martes, 17 de abril de 2007
::: Sobredosis :::
Hacia calor como siempre. Murmullos solían avanzar a lo largo del silencioso salón, alumnos vegetando bajo las sombras suaves y amorfas que generaban el brillante disco solar sobre las frágiles cortinas color marrón de tela antiquísima, suave y anciana, dejando pasar tanto la luz como el calor del radiante ente. El ambiente era pesado, y Casa de Muñecas no era el tema del exámen, sino también el tema de conversación en murmullos. El maestro se enroscaba en su silla, se arrojaba al banco con afán de dormir: risas, murmullos y más risas se lo impedían. Quedaban al menos treinta y cinco minutos y aún no contestaba la pregunta número dos. Vegeto, con el sol en la cara, migraña y exceso de horas sin dormir como se debe. Vuelvo a leer la segunda pregunta y desconozco por completo la respuesta. Suena la bola de un lápiz de corrector. El profesor gime. Muchas risas. Comentarios estúpidos. Insiste en dormir, sólo deseo consumir un poco más. Los murmullos se convierten en una suave melodía armónica de voces masculinas hablando como si estuviésemos en una convivencia al aire libre. Al profesor no parece importarle, ni a mí. Mi cerebro ha de estar frito, la mielina debió evaporarse hace mucho. Todo parece ser lento, colores, miles de colores me rodean y sonrío, todo parece estar bien, acoplado como si perteneciera a un mismo ente, caos deformado entre mis manos, al unísono de detienen los suspiros, los murmullos y floto. Más gemidos. Mi piel está roja, de verdad me estoy friendo. Es cruel. Pierdo el equilibrio. Un ruido seco recorre la fría habitación, llena de cuerpos inmutables, el roce de cientos bolígrafos con la esperanza de aprovar probablemente se acopló con mi lamento. Trémulo, enredado entre convulsos y caóticos pensamientos. Un mal viaje anuncia, que al menos, podré obtener un siete, gracias a la segunda pregunta.
 
posted by Andrés M. at 8:59 p. m. | Permalink |


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