sábado, 7 de julio de 2007
~A very long Trip.-
Hace mucho tiempo que llevaba escapando de casa en casa. No era la policía lo que me aterraba, más bien, el hecho de olvidar toda la verdad que conocí hace poco. Hace nueve años que me escapé de casa, y hace nueve días que llegué a este motel de mala muerte donde al menos puedo dormir en algo blando.
Aunque por falta de dinero tendré que irme.Tomé mis maletas y me despedí de Marcia, agradecido de su hospitalidad. Nueve días en un mismo lugar parecía una locura. Corrí sin detenerme hasta llegar al centro de Dkoröh y de ahí a la estación Nowherewille. Era rutina, tomar el tren, esquivar a los guardias imperiales, evitar al cobrador de boletos y asaltar la alacena. Esta vez el viaje sería largo, muy, muy largo. Desde Dkoröh hasta Veina faltaban alrededor de quince kilómetros, y estos trenes, luego de la guerra, parecían cada vez más lentos.Mis padres solían decirme que me quedara quieto en el tren. Que cosas extrañas pasaban cuando la gente se salía de sus asientos y aunque mis instintos de supervivencia eran casi nulos al salir de mi casa, de alguna forma, logré entenderlos. Nevaba con fuerza y mis manos sangraban como siempre. Esperé impaciente a una esquina del andén a que el dichoso zarpara para poder correr hasta la cola y encaramarme. Pero algo pasó esta vez, algo extraño. La vi, sí, hace cuatro años que le salvé la vida y ella estaba parada ahí. Era Elizabeth, una chica de baja estatura, de ojos color miel y una bella sonrisa. Estaba parada frente a mí y yo boquiabierto me acerqué. Al reconocerme, dio un respingo y me hizo una seña. Todo soldado reconoce que cuando un aliado levanta el dedo índice y meñique mientras oculta el pulgar entre los otros dedos es porque desea ayuda.Nos escapamos de ahí por caminos separados y antes de poder perderla de vista, en su rostro pude leer “Het Graf”. Me dirigí a Het Graf, el único cementerio de Dkoröh, y allí me esperaba, frente al mausoleo de Sir Arthur Boweinsky, el fundador de la pequeña ciudad. Me acerqué a ella nuevamente y ella se puso el dedo en la boca, alzó su mano izquierda y me dijo que la siguiera. Bajamos por una escalera de caracol, el mausoleo era extravagante, era enorme por dentro, aunque su fachada indicara lo contrario. Era fantástico, luces de colores rebozaban el ambiente, cristales puros de alta ley abundaban en las paredes, y grandes espejos de plata cubrían las zonas desprotegidas desde el techo hasta el suelo: unos doscientos metros. Al centro de todo este espectáculo se encontraba una ataúd, finísimo, con bordes de plata y oro, y tallado con letras ilegibles en un idioma desconocido. -Ábrela.- Me ordenó.Como por arte de magia le obedecí. Reuní todas mis fuerzas y pude interrumpir el arcaico sueño del Sir. Para mi sorpresa, no había ningún cuerpo ni señal mínima de que alguien hubiese reposado allí. Sobresaltado, intenté decir algo, pero ella sacó una nueve milímetros y me apuntaba a la cara.Comenzamos a movernos en círculos, como si de alguna manera, pudiese yo evitar la bala de aquella cerbatana. Sacó un celular y comenzó a decir algo en ruso que no pude comprender, y al segundo después de haber colgado, comenzaron a sonar las sirenas de la pétrea bóveda.-Au Revoir, Mon Chérie.- Gritó mientras se escapaba por la misma escalera por donde entramos, sin dejar de apuntarme en ningún momento. De alguna manera tendría que salir de aquí, pero mis pensamientos se oxidaban cada vez con más fuerza. Miré a todas partes, pero dentro del esplendor de la sala no había ninguna salida excepto las escaleras. Caí de rodillas, desesperanzado. Faltaba poco, poco…Pero la historia no comienza aquí. Con Elizabeth decidimos escaparnos de la hambruna de Sollhen para poder comenzar una vida juntos, lejos. Cerca del 1596 AyD.C, cuando cruzábamos el puente Fhlor, fuimos atacados por los hijos de la madre. Su alta tecnología nos hizo pedazos como unas simples hormigas bajo la lluvia. La pista era una prueba mortal, y mi licencia de conducir estaba más que caducada por falta de experiencia, sin contar también con la presión de su embarazo. Todos los vehículos huían en la misma dirección, menos el nuestro. Debíamos escapar de Sollhen, y el único camino para salir del continente era el puente. Los Hijos de la Madre eran androides de alto calibre, reajustados y testeados por más de mil años, con armas nucleares potentísimas y programados para aniquilar a cualquier revolucionario que pensara en salir del nido, el sistema político de la época.
To be continued...
 
posted by Andrés M. at 3:49 p. m. | Permalink | 0 comments