sábado, 17 de marzo de 2007
::: Aoi :::
Kuro

-Si ni siquiera funcionan como equipo, nunca podrán funcionar como pareja-.

Ambos me quedaron mirando ofendidos, y obviamente, me echaron de la casa. Por suerte, llevaba mi tarjetita Bip! y ya era Lunes. El día que siempre había detestado por lo que debía hacer en la escuela, mas hoy era un día de regocijo, ya que como primer día del último mes del primer año de la segunda fase de alineación planetaria, los buses de Valle Grande volvería a correr desde las últimas estaciones del metro hacia mi retirado “hogar”.

El camino era largo, y no tenía nada que hacer, el mp3 había muerto hace mucho sin mis añoradas pilas recargables que ya no tenía remedio: un cargador falso les acortó la vida a tal punto, que ya sólo se cargaban para escuchar los primeros cinco segundos de la primera canción, que por culpa de esta desdicha, siempre era la misma. Bel Air de Malice Mizer, un grupo que se me pegó por culpa de mi hermanastro mayor, Dante. Un tipo extraño, del cual me fui acordando mientras caminaba en la desierta calle Dorsal, hacia el norte, con la esperanza de encontrar algún bus que me llevase directo hacia donde quería ir: Cualquier parte.

Doblaba una esquina con muy poca seguridad, rodeado de miles de ojos flaites que se regodeaban entre mi dinero, que sonaba a cada paso, y mi bolso, de cuero negro brillante, hermoso, recién comprado, con algunas cosas inservibles dentro, como las pilas recargables difuntas. Me encontré con un gato negro. Era bello, medía lo que mide todo gato adulto y miraba como todo hamster asustado al fondo de su jaula. Quise cogerlo entre mis brazos, siempre había adorado a los gatos, sobretodo a los negros, así cuidaría la casa de aquellos ladronzuelos supersticiosos que buscan alguna que otra cosa de valor en el patio de nuestro departamento. Sí, suena raro, pero mi familia vive en un departamento, si, pero no en uno solo, sino en el edificio completo, el Me no Aoi no Hitomi era el mejor lugar para vivir, y el mejor para los turistas, un hotel de cinco estrellas, lleno de maravillas hasta decir basta. Mi padre, el señor Aoi, es bastante atractivo, y puede seducir a cualquier cosa viva. Es por eso que tengo tantos hermanastros y es ese el porqué del tamaño de la familia. Aunque mi padre sea bisexual, le respeto bastante, ya que de él he aprendido lo poco y nada que sé de esta corta vida mía; apenas tengo doce años.

Un tipo de los que me miraba, decidió acercarse a mí. Vestía ropa bastante usada, demasiado quizás, y se notaban algunas de sus partes nobles.

-Eh, muchacho, nunca te había visto por acá…. ¿Traes algo de pasta?-

-No tengo ningún tipo de negocios con usted. Si quiere tener pasta, pues, deje que mi padre le coja unas cuantas veces y quizás le de algo.- El tipo me miraba enfurecido. Recién había notado el ojo azul de mi chaqueta, la marca empresarial de mi padre, un hombre… algo poderoso, dentro de esta pequeña ciudad.

-Entrégamelo todo maldita puta!- dijo sacando una hermosa navaja adornada con la cabeza de una águila real, marca esencial del bando Saigo, una panda de idiotas sin dinero, provenientes de la zona austral de España, donde apenas caben algunas plantas y este tipo de escoria. Un movimiento o dos me alcanzarían para arrancarle la cabeza, salir de la escena y además limpiar la sangre antes de caer al suelo. He sido entrenado con todos mis hermanastros, aunque a decir verdad, he recibido un tratamiento “especial” por ser hijo legítimo de la esposa del Padre. Soy el único que lleva el apellido Aoi, y eso es un completo honor. El solo hecho de ver al sujeto, me causaba repugnancia, y el ver su arma, me daban el incesante deseo de matar. Quería acabar con él, pero el gato se daría cuenta, de que en realidad no lo necesito. No sería justo, después de todo lo que le he dicho durante el viaje…

 
posted by Andrés M. at 9:35 p. m. | Permalink |


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